martes, 10 de diciembre de 2013

El viaje en globo de Totó- Parte II

Ilustración por Señorita Medusa


Al despertar, en el cielo todavía estaba la luna, haciendo horas extra mientras el sol empezaba a brillar. Tomás miró hacia abajo y se encontró con que el mar ahora era celeste furioso pero transparente a la vez. "Esto debe ser el Caribe", le dijo a Rolfi. Desde el globo podían ver los bordes de una isla, con palmeras y arenas blancas. Mientras iban bajando hacia la playa vieron lo que había en el fondo: caballitos de mar, corales, estrellas de mar y peces de todos los colores. Por un segundo Tomás se acordó de su bañadera, celeste también, pero tan chiquita, con peces de goma y libros de cuento sumergibles. "¡Acá todo es tan real!", festejó, aplaudiendo, aunque por primera vez extrañó un poquito su casa, su mamá poniéndole el champú, el agua tibia cayéndole por la cabeza...

Ya abajo corrieron y corrieron, comieron, nadaron en ese mar colorido y durmieron una siesta. Los despertó un sacudón. El cielo estaba oscuro y el viento soplaba con fuerza. Alrededor no quedaba nadie. Fueron a buscar el globo, que habían atado a una palmera.

- No podemos volar con este viento- Dijo Tomás- Rolfi le dijo "No" con sus ojitos. - Vamos a buscar un lugar donde refugiarnos.

Caminaron con el viento de frente. La arena se les pegaba contra sus caras. Casi no podían hablar o reír, porque la boca se les llenaba de arena. Los barquitos que hace un rato pescaban cerca de la playa  ahora estaban vacíos y atados al muelle. De repente escucharon un trueno, vieron un fuerte relámpago y ¡plaf! Se largó la lluvia más fuerte que jamás hubieran imaginado. No tenían cómo protegerse de este temporal. El piloto amarillo ya estaba empapado. Se miraron asustados. Rolfi avanzaba con el rabo entre las patas. Tomás apenas podía ver qué había adelante.  Quiso llamar a sus papás con el teléfono, pero no tenía batería. Sintió un nudo en la garganta y ganas de llorar.

Entonces se acordó de una frase que había escuchado en algún lado "Vivir no es esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia".

No se puso a bailar, claro, porque no tenía música y Rolfi no se sabía ningún paso, pero sí dibujó una sonrisa en su cara y siguió caminando. Entonces vio a lo lejos una lucecita prendida.

- ¡Por allá hay alguien!- Exclamó.

Empezaron a correr de contentos en esa dirección. Treparon una rocas con mucho cuidado hacia la casita con luz encendida. Tocaron la puerta. Chorreaban agua por todos lados.

- ¿Quién es?- Preguntó una vocecita aguda.
- Somos... Tomás y Rodolfo- contestó Totó.

La puerta se abrió y del otro lado se encontraron con una nena unpoco más chiquita que Tomás. Tenía zapatitos, pollera, remera y un gorrito de color rosa. Les sonrió.

- Soy Melisa - Les dijo- ¡Pasen!

Tomás y Rolfi entraron tímidos. Se secaron los pies en el felpudo. Miraron todo alrededor. La casa era chiquita, pero muy cálida. La tormenta desde adentro no parecía tan feroz.

Melisa trajo unos vasos de limonada y galletitas de chocolate. Rolfi tomó agua de un cuenco. Charlaron un rato sobre el viaje que estaban haciendo. Ella escuchó fascinada. "¿Desde Argentina vienen?", no lo podía creer. Nunca había salido de esta isla. Le contó todo lo que habían visto, y le confesó que tenía miedo de no encontrar el globo después del temporal y no poder volver.

- Yo los acompaño- Dijo ella muy decidida. - Sólo hay que esperar a que pare la lluvia.

Se quedaron escuchando música y mirando por la ventana. Tomás y Rolfi ya estaban secos cuando vieron que el sol empezaba a colarse entre las nubes.

Los tres fueron hasta el lugar donde estaba el globo. Lo encontraron un poco deshecho. Faltaban algunos objetos y  al parecer las gaviotas se habían comido las provisiones que les quedaban.

- ¡No se preocupen chicos!, ¡Podemos solucionar esto! - dijo Melisa.

Arrastraron el globo por la playa hasta su casa, donde esperaban los papás de la nena.

- Mami, papi, ellos son unos amiguitos- Los presentó- Están haciendo un gran viaje y tuvieron un problema.

La mamá se acercó y examinó el globo.

- Hay que coserlo un poquito - dijo, y sacó su costurero. Estaba atardeciendo. -¿Por qué no se quedan a dormir? ¡No pueden salir de noche!

Tomás y Rolfi se miraron.

- ¡Sí!- Fue la respuesta, casi sin dudarlo.

Sería la primera vez que no dormirían en el cielo desde que habían salido de casa. Melisa y su papá prepararon en el altillo una camita para Tomi y una pila de mantas mullidas para Rolfi. Les dieron toallas para que se dieran una ducha caliente, y unos pijamas.

Comieron todos juntos en una mesa redonda en la cocina. Esa noche Tomás se la pasó hablando de su mamá, su papá y su gata Kathy, a los que extrañaba mucho. También de sus primos, sus amigos, sus abuelos, su niñera. Se reía recordando anécdotas y les describió el barrio con lujo de detalles.

- ¿Y qué es lo que más te gusta de tu vida? - Preguntó la mamá de Melisa mientras le servía arroz y porotos.

Tomás pensó un poco. Melisa lo miraba de reojo.

- Que vivo rodeado de las personas que más quiero- dijo. -  ¡No me falta nadie!

- Te deben extrañar.- Señaló el papá.

- Sí, y yo a ellos - Dijo Tomás.

Después de comer, subieron con Melisa y Rolfi al altillo. Con ayuda de su linterna Tomás le leyó algunos de sus cuentos hasta la madrugada. Ella escuchaba atenta mientras comía maníes con chocolate. Después se quedaron dormidos los tres.

Se ve que la almohada le susurró algo al oído entre sueños, porque apenas abrió los ojos Tomás exclamó:

- ¡Rolfi, es hora de volver!

La mamá de Melisa los esperaba con el desayuno y el globo ya reparado. Le había puesto algunos parches de colores.  También había preparado una canasta con bocaditos y frutas. Tomás no sabía de qué modo agradecer tanto cariño. Sus papás le habían enseñado a ser agradecido, pero a veces lo que recibía era tanto que sentía que las palabras y las sonrisas no eran suficientes. Fue entonces que se le ocurrió dejarle a Melisa sus libros de cuentos: "Para cuando sepas leer", le dijo. Melisa lo abrazó.

Después subieron al canasto, soltaron el globo, y emprendieron la vuelta a casa. Fue un vuelo tranquilo, entre cielos celestes y nubes blancas y esponjosas. Repasando lo mejor del viaje se dieron cuenta de que una de las cosas más lindas era volver.

- Sí: volver es parte del viaje, y es lindo -  concluyó Tomás.

Volvieron a pasar por encima de playas, desiertos, selvas, montañas, ríos, puentes y edificios. En eso, cuando en el cielo aparecían las primeras estrellas, Tomás vio la terraza de su casa, donde Kathy se revolcaba, su papá hacía un asado y su mamá regaba las plantas.

- ¡Llegamos! - Dijo aplaudiendo y dando saltitos. Y Rolfi, contento, ladró por primera vez en todo el viaje.

FIN

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